En las profundidades

En lo profundo de un estanque , un espejo pequeño, me esfuerzo por ver mi imagen en el, pero solo veo un resplandor blanco, quiero creer que ese resplandor no es la luz del sol q se refleja con esfuerzo, sino que eres tú que me contemplas con recelo, y que ese espejo tal vez no sea pequeño, q la distancia es lo que hace q parezca minúsculo, si solo de jara de pensar y viera q al final de un oscuro poso hay una luz que brilla y lo único q tengo q hacer es sumergirme en estas frías aguas para intentar conocer la realidad de este resplandor , es difícil y requiere de mucho valor ya q tal vez sufra un frio intenso que congele mis huesos por algo q realmente no vale la pena pero si no lo hago… ¿sería peor verdad? quedarme con la duda eterna de lo q habría sido, y tal vez ese espejo sea solo el reflejos de mis miedos y sentimientos más ocultos, y de no enfrentarlos estarían siempre ahí en lo más profundo de ese estanque esperando el día en q decida tomar la fuerza necesaria para enfrentarlos, veo rápido el estanque sintiendo con mis dedos el agua helada fijo mis ojos en la luz y no pienso más… basta de titubeos me sumerjo hacia lo profundo, en la superficie el agua se presenta calmada mientras q yo nado en un remolino de pensamientos que me nublan la vista, pero hago foco en la luz, y sigo hacia ella, casi si aire en mis pulmones logro llegar y me doy cuenta q eso a q tanto temía no era más q mi reflejo, era yo siempre fui yo a lo q temí tanto, lo q escondí en lo profundo de esa fosa de agua helada, y comprendí que la única manera de poder ver a los demás, de poder tener un futuro o simplemente seguir siendo yo, es conocerme, conocerse a uno mismo, en su totalidad, enfrentar los miedos y solo cuando haya logrado enfrentar mi realidad estaré listo para poder crecer y enfrentar el mundo en y su inmensidad, y que es imposible saber lo que se quiere si uno no sabe quién es, que no se puede correr si no se aprende antes a caminar, que todo en la vida tiene su tiempo, y que lo que uno desea si en verdad lo quiere, si hace todo por ello, lo logra, quesolo existe lo imposible cuando uno se resigna a creer en sí mismo, todos tenemos la posibilidad de lograr que lo imposible sea realidad y que la realidad sea imposible.

Demian Argento.

martes, 23 de octubre de 2012

CUERPO PRESENTE



La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas,
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llénarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

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